jueves, 14 de mayo de 2009

parpados en rojo


La misma hora y el mismo sitio. Así todos los días. Las mismas caras con los mismos ojos. Se abre la puerta, saludas y buscas tu lugar. Está vacio. Nadie quiere ocuparlo.

Te sientas y vuelves a esperar. Disfrutas de la soledad del viaje. Aunque sientes como avanza la tristeza, no opones resistencia. Deseas que te rodee con sus brazos, que te acaricie… pero no deja de ser un sentimiento manco, incapaz de darte el calor que buscas. Tan solo empaña tus ojos.

 

Bostezas disimulando y miras a tu alrededor. El escenario de siempre. Los cuatro actores secundarios de cada anochecer, inmerso cada uno en su propio papel.

El baile empieza de nuevo, repitiendo los mismos pasos. Pero la canción es distinta. Pertenece a otro lugar, a otra persona y cada nota trae recuerdos, momentos en que las palabras murieron sin salir de tu boca, perdiéndose en el mar de oportunidades desaprovechadas.

 

Apoyas la cara contra el cristal, esperando que su frío te devuelva a una realidad en la que no estas seguro de querer estar. Sin  embargo recitas la letra que ya conoces y dejas que la melodía te arrastre, cayendo en su trampa, ahogándote entre sueños y esperanzas rotas que te hunden al ritmo de sus olas.

Llegas a tu destino. Bajas las escaleras y la puerta se cierra tras de ti. En tu cabeza la música sigue sonando…

 

Avanzas por el camino que llevas años recorriendo, mirando al cielo. Hoy como siempre, las estrellas te sonríen…Pero en tu cabeza la música sigue sonando… Y destrozando tu corazón.

Sacas las llaves para abrir la entrada de tu prisión, donde te esperan Dolores y Soledad. Cierras la jaula esperando al Salvador que te despierte del mal sueño que es tu vida. Sin embargo sabes que morirás sin abrir los ojos…

“¿Duele?”, pregunta el viento. “Si”, respondes con el silencio

Guillermo Tato

(Conocido como Pepito Guillo, el despertador de la noche)